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miércoles, 11 de julio de 2012
A BAO AQU
Para contemplar el paisaje más maravilloso del mundo, hay que llegar
al último piso de la Torre de Victoria, en Chitor. Hay ahí una terraza
circular que permite dominar todo el horizonte. Una escalera de caracol
lleva a la terraza, pero sólo se atreven a subir los no creyentes de la
fábula, que dice así:
En la escalera de la Torre de la Victoria, habita desde el principio
del tiempo el A Bao A Qu, sensible a los valores de las almas humanas.
Vive en estado letárgico, en el primer escalón, y sólo goza de vida
consciente cuando alguien sube la escalera. La vibración de la persona
que se acerca le infunde vida, y una luz interior se insinúa en él. Al
mismo tiempo, su cuerpo y su piel casi traslúcida empiezan a moverse.
Cuando alguien asciende la escalera, El A Bao A Qu se coloca en los
talones del visitante y sube prendiéndose del borde de los escalones
curvos y gastados por los pies de generaciones de peregrinos. En cada
escalón se intensifica su color, su forma se perfecciona y la luz que
irradia es cada vez más brillante. Testimonio de su sensibilidad es el
hecho de que sólo logra su forma perfecta en el último escalón, cuando
el que sube es un ser evolucionado espiritualmente. De no ser así el A
Bao A Qu queda como paralizado antes de llegar, su cuerpo incompleto, su
color indefinido y la luz vacilante. El A Bao A Qu sufre cuando no
puede formarse totalmente y su queja es un rumor apenas perceptible,
semejante al roce de una seda. Pero cuando el hombre o la mujer que lo
reviven están llenos de pureza, el A Bao A Qu puede llegar al último
escalón, ya completamente formado e irradiando una viva luz azul. Su
vuelta a la vida es muy breve, pues al bajar el peregrino, el A Bao A Qu
rueda y cae hasta el escalón inicial, donde ya apagado y semejante a
una lámina de contornos vagos, espera al próximo visitante. Sólo es
posible verlo bien cuando llega a la mitad de la escalera, donde la
prolongaciones de su cuerpo, que a manera de bracitos lo ayudan a subir,
se definen con claridad. Hay quien dice que mira con todo el cuerpo y
que el tacto recuerda a la piel del durazno.
En el curso de los siglos el A Bao A Qu ha llegado una sola vez a la perfección.
El capitán Burton registra la leyenda del A Bao A Qu en una de las notas de su versión de las Mil y Una Noches.
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